martes, 3 de febrero de 2009

La vida está llena de grandes libros pesados y aparentemente incomprensibles...

... como el nuevo libro que voy a empezar a leer.




Hace tiempo escribí esto... pero nunca quise sacarlo a la luz, tal vez con la esperanza de que nada fuera cierto, y de que las palabras... se quedaran en meras palabras...

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Es una mezcla que te inunda hasta ahogarte la que te escupe en la cara mientras intentas abrir los ojos para poder verlo todo claro, pero cuando parece que ya has solucionado este contratiempo aparece de nuevo otro y de nuevo se estampa contra tu cara, contra tu pecho, contra tu alma y si algo duele y escuece es que se te está curando, eso pensaba yo de pequeña, pero en vez de suturar, cada vez hace más profunda la herida. Y una vez más te encuentras en mitad del camino, como tantas otras veces te habías visto ya y te juraste no volver a estar, desnuda, sin la carcasa que un día laboriosamente a base de golpes y tropezones y heridas sangrientas del color de la fresa, te construiste. Arrastrar el peso más pesado puede ser una ardua tarea si son sólo tus manos las que lo arrastran, la voluntad y el deseo de querer algo es la fuerza más poderosa que nadie podrá tener jamás, … pero de nuevo estás sola en medio del camino… sin saber qué hacer… divisas el apocalipsis, ves de lejos esa lúgubre colina tempestuosa acechándote y diciéndote “te voy a joder” y vas ciega perdida, sin querer ver la oscuridad que todo esto esconde, porque deseas con todo tu ser el poder tener alas para sobrevolarla y reírte en su cara, diciéndole “esta vez, he ganado yo”.

Y después de todo, aunque el miedo forme parte del pan de cada día, aunque tu estómago se haya cerrado en banda, aunque la lluvia se cale en tus huesos, húmeda, fría, asquerosamente fría e indignante, decides levantarte buscando un pequeño rayo de sol, que ilumine este día de colores de grandes contrastes, el gris, el blanco, el negro y el rojo, el rojo pasión, que aunque parezca huir, sigue estando ahí, imperturbable al pasado. Todo te parece inefable, pero gracias a dios una mirada vale más que mil palabras… y ahí estaré, esperando una mirada, alentadora, estimulante, que ilumine el camino y me mire fijamente a la cara diciéndome “si quieres, yo te presto mis alas”… Y el círculo vicioso que te atrapa como la tela de araña atrapa a sus pequeñas e inofensivas víctimas, de nuevo hace que agaches la cabeza y aquella mezcla que al principio de este relato te escupió e inundó todo tu ser… vuelve a aparecer. El miedo hace que seas precavido, te hace estar atento a los posibles peligros que se esconden, pero cuando el miedo se apodera de ti, dejas de ser un cazador atento y la presa te acaba cazando a ti.

Y dame un poquito de mi amiga y tu amiga maría, que quiero volar, y quiero el color de sus entrañas, porque lo necesito para poderlo sobrellevar.

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Aunque este no vaya a ser un final feliz, no por el momento, hagámos que almenos sea bonito...

"pero espero que algún día lo estemos"... y yo, yo me quedo con eso.


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